Intoxicación (I)
Sí, intoxicación, me refiero a la intoxicación mental de la ideología. Es algo en lo que me puse a pensar viendo los comentarios de Escolar, o de cualquier noticia de la edición digital del infame periodicucho lamitaddecuarentaminutos (no enlazo ni digo su nombre para no darles ni una miguita de PageRank) o (nos vamos ya a lo bestia de verdad) la famosa (famous and infamous, dirían en Chicago) frasecita de Pepe Rubianes, que no puedo resistir la tentación de reproducir en toda su grandiosidad:
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Pues a sondear la profunda mente del espécimen (Muestra, modelo, ejemplar, normalmente con las características de su especie muy bien definidas. Gracias, RAE) que se sienta en una silla o equivalente y pulsa las teclas de un teclado en un orden concreto, cual si fuera uno de los infinitos monos. El orden en el que se produce el proceso de tecleado depende de factores cerebrales desconocidos para la ciencia actual.
He intentado comprender científicamente porqué la gente escucha con delectación La Mañana de la khope o escribe cosas como "lo ke tienen ke acer es hirse a tomar por culo faxas de mierda" pero me ha sido imposible. ¿Por qué tanto gilipollas? (y tan pocas balas). El comentador ideologizado llega a sentir como propios los pensamientos de otros, eso que Marx (sí, el de las chocolatinas) llamó alienación. A las personas mentalmente sanas les tendría que importar un pimiento el estaputo, o en general la inmensa mayoría de decisiones políticas sobre las que tienen ninguna o muy poca influencia.
Esta gente puede perder amigos (con frecuencia antes de tenerlos, pre-juiciosamente) por culpa de quimeras quijotescas. Sus glándulas estomacales segregarán ácido a espuertas e irán por la vida cabreados y además haciendo el gilipollas (botón de muestra, los alfiles amarillos).
Y, para más inri, llegó Internet. Todo el mundo habrá oído eso de "es más feliz que un tonto con una tiza" (y patada en los huevos). Cuando toda gilipollez se puede legar a la posteridad en forma de bits, y puede viajar de Madrid a Sebastopol en segundos, la hemos cagado con todo el equipo. Cada cual, desde su casa, puede ponerse un ventilador en el culo y dejar que todo el mundo huela sus cuescos. Parece mentira que Internet fuera, en origen, el sueño libertario (nunca recomendaré lo suficiente la visionaria Declaración de Independencia del Ciberespacio). Ahora, parece que hay una oscura mob atada a ominosos intereses terrenales campando a sus anchas. Diox nos salve.
Otro día seguimos.
"A mí la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás. Y que se metan a España ya en el puto culo a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando del campanario" (y sigue)Vean, vean. Por cierto la gentecilla que posteó el vídeo (paso también de mencionarlos) tienen una página que merece un buen vistazo. Unos cracks.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Pues a sondear la profunda mente del espécimen (Muestra, modelo, ejemplar, normalmente con las características de su especie muy bien definidas. Gracias, RAE) que se sienta en una silla o equivalente y pulsa las teclas de un teclado en un orden concreto, cual si fuera uno de los infinitos monos. El orden en el que se produce el proceso de tecleado depende de factores cerebrales desconocidos para la ciencia actual.
He intentado comprender científicamente porqué la gente escucha con delectación La Mañana de la khope o escribe cosas como "lo ke tienen ke acer es hirse a tomar por culo faxas de mierda" pero me ha sido imposible. ¿Por qué tanto gilipollas? (y tan pocas balas). El comentador ideologizado llega a sentir como propios los pensamientos de otros, eso que Marx (sí, el de las chocolatinas) llamó alienación. A las personas mentalmente sanas les tendría que importar un pimiento el estaputo, o en general la inmensa mayoría de decisiones políticas sobre las que tienen ninguna o muy poca influencia.
Esta gente puede perder amigos (con frecuencia antes de tenerlos, pre-juiciosamente) por culpa de quimeras quijotescas. Sus glándulas estomacales segregarán ácido a espuertas e irán por la vida cabreados y además haciendo el gilipollas (botón de muestra, los alfiles amarillos).
Y, para más inri, llegó Internet. Todo el mundo habrá oído eso de "es más feliz que un tonto con una tiza" (y patada en los huevos). Cuando toda gilipollez se puede legar a la posteridad en forma de bits, y puede viajar de Madrid a Sebastopol en segundos, la hemos cagado con todo el equipo. Cada cual, desde su casa, puede ponerse un ventilador en el culo y dejar que todo el mundo huela sus cuescos. Parece mentira que Internet fuera, en origen, el sueño libertario (nunca recomendaré lo suficiente la visionaria Declaración de Independencia del Ciberespacio). Ahora, parece que hay una oscura mob atada a ominosos intereses terrenales campando a sus anchas. Diox nos salve.
Otro día seguimos.